En el auténtico preguntar ¿Zozobra la certeza?
El mundo pierde pie, su orden se tambalea y la intensidad de lo polémico y conflictivo vuelve a cobrar preponderancia sobre la armonía de toda síntesis alcanzada y en manso equilibrio de lo ya configurado.
Joan Coans Coromina, en su cautivante diccionario, la expresión latina “percontari” de la cual proviene nuestro preguntar, se vio alterada en su proceso de cambio hacia la lengua castellana, por el verbo de uso vulgar “praecunctare”, derivado de “cunctari”, que significa dudar o vacilar. La referencia etimológica gana todo su peso si se advierte que “percontari” enfatiza en el acto de preguntar, la decisión de conocer o de buscar algo que se sabe oculto o disimulado.
En cambio, “praecunctare” subraya la incertidumbre, el tantear a ciegas que se adueña de aquel que pregunta. Y, efectivamente, en el acto de preguntar la realidad reconquista aquel semblante ambiguo, penumbroso, que la respuesta clausura y niega, después de todo, respuesta proviene de responseo y responso es la oración dedicada a los difuntos, es decir, con criterio más amplio, a lo que ya no vive.
El pensar filosófico no es el pensamiento de todos los días. La pregunta filosófica deja de lado nuestros deseos, emociones, tu voluntad propia. Es simplemente lo que llamamos una pregunta objetiva. A este tipo de pregunta se les denomina Preguntas Universales que dejan de lado lo particular. Se centra en la dimensión racional y reflexiva.
Así, la razón es el punto de partida del pensar filosófico. El preguntar tiene un carácter de trascendencia que va más allá de lo efímero, de lo particular. No es sólo una manera más de pensar el mundo, sino que implica también una actitud. La actitud es la manera de activar la conciencia
¿Podría ser sorteado, sometido, semejante impedimento? ¿Es posible o, peor, deseable la absoluta transparencia? La filosofía ha de oscilar entre la afirmación y la negación de la discontinuidad, y sólo se abre con preguntas. Pascal, Nietzsche, Bataille, Char, frente a Parménides, Platón, Aristóteles, Hegel.
Infinidad de preguntas a veces nos tienen dando vueltas todos los días a los seres pensantes, en momentos sin respuestas y en otros en permanente cambio: ¿Quién soy yo? ¿Soy siempre el mismo? ¿Soy lo que quiero ser o soy lo que otros necesitan que sea? ¿De dónde vengo? ¿Para dónde voy? ¿Qué es ser? ¿Cuál es el auténtico sentido de nuestra vida? ¿Qué es la felicidad? ¿Cómo ser feliz? ¿Qué es la libertad? ¿Cómo ser libre?
¿Qué es la justicia? ¿Qué es lo justo?¿Qué es la belleza? ¿Qué es lo bello? ¿Qué es el arte? ¿El arte es la representación de lo real o la reproducción de lo bello? ¿Qué es el amor? ¿Qué es la amistad? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es la vida? ¿Cuál es la finalidad de la vida? ¿Hacia dónde debe dirigirse la vida humana para que tenga sentido? ¿Existe Dios? ¿Qué es la realidad? ¿Qué es lo que de verdad existe? ¿La realidad es el ser? ¿La realidad es anterior al ser? ¿El realismo responde a la pregunta metafísica de quién existe? ¿El idealismo responde a la pregunta metafísica de quién existe? ¿Son las condiciones materiales las que imponen la realidad? ¿Es la realidad la que impone las condiciones materiales? ¿Es la realidad la que impone las condiciones del pensamiento? ¿La naturaleza del ser determina la naturaleza del pensar? ¿La naturaleza del pensar determina la naturaleza del ser? ¿Cuál es la esencia de las cosas? ¿Qué es la existencia? ¿Es posible el conocimiento? ¿Las cosas son como las percibimos? ¿Por qué necesitamos ordenar el mundo?
Son interminables y nos siguen de cerca, ¿Aquel que habla en nombre de lo real, nos hace pasar su interpretación como si fuese la verdadera? ¿Es el ser el predicado del sujeto? ¿Las cosas son fenómenos subjetivos de la conciencia? ¿La vida tiene sentido? ¿Ser o no ser? ¿Todo lo real es racional y todo lo racional es real?